POSIBLE PUCHERAZO

Si tenemos en cuenta que los sufijos aumentativos indican muchas veces menosprecio o desestimación, no podemos ver otro significado distinto a éste en cierta actitud antidemocrática e impropia de ciudadanos serios y respetables. Más bien, cuando acontece una trampa electoral consistente en alterar el resultado de un escrutinio de votos, y refiriéndonos a su autor o autores, hablamos de defraudado­res del sentido común, misioneros de la insolidaridad, mandados del resentimien­to,... En fin,... catedráticos de la estupidez

Dar un pucherazo apenas solemos asimilarlo a dar un golpe con un puchero, y sí a un golpe de Estado, un engaño, una trampa o un fraude electoral. Tal actitud la hemos encontrado plasmada en libros y diarios para referirse a la misma que empaña toda forma de convivencia democrática, altera la credibilidad más sincera y enfanga logros alcanzados con sacrificio.

Así mismo, por asimilación hemos estudiado esa trampa electoral calificada como cabildazo, pucherazo, arbitrariedad, chanchullo, abuso, tropelía, exceso, atropello, polacada, desafuero, desmán, canallada,... He aquí la riqueza de nuestra lengua, tantas veces denostada, reprimida y asediada allí donde la” política de verbena y violencia” pretende imponerse a la razón.

En pleno siglo XXI cuesta creer en lo que conocemos como dar un puchera­zo. Más nos recuerda algunas actuaciones propias del siglo XIX, abundante en intrigas, conspiraciones y arbitrariedades. Un siglo donde los despropósitos y los escándalos municipales eran “moneda de curso legal”, sobre todo en grandes municipios o capitales de provincia.
Era el siglo del cacique, del fraude, de la convención y de la imposición de candidatos sin sombra que pudiera alterar su elección.
El siglo de cabecillas y jefecillos en el ámbito local y del “turnismo” de la Restauración entre conservadores y liberales en el plano nacional.
Un siglo donde, si era preciso, el poder acudía a la arbitrariedad, régimen natural del pueblo español.

La seriedad, la reciedumbre y el sentido de la responsabilidad no deben dejar resquicio posible para el fraude al estilo “bananero” del “pucherazo”. Los políticos están obligados a dar prueba de ello a diario; aunque pasadas las elecciones regresen a las “trincheras” de su individualismo.

Una actitud que nunca cambia: hace setenta y dos años, por poner un ejemplo distante en el tiempo, con motivo de las elecciones de abril de 1931, un diario regional desconfiaba de los futuros ediles y plasmaba en sus páginas un sentimiento de rutina y conformismo al publicar que se repetirían los mismos procedimientos de siempre, las visitas domiciliarias, los abundantes convites, “el ofrecimiento de grandes mejoras, cuando no el de algún empleo, y, pasadas las elecciones, derrotados o con el acta… no volverá a vérseles hasta otras”.
Hay cosas que nunca cambian....

2 comentarios:

piper dijo...

Fantastica explicaciòn, de algo que parece subrealista y es real en estos tiempos, los gobernantes, deberian de tener un maximo de tiempo de legislaturas y no pasar de ahi, creo que con 2 serìa màs que suficiente, si en 8 años, no haces algo para el pueblo, que màs quieres, con eso ya se ve todo y dan ehhh..8 años son muchos años.
Saludos

Mª Gemma dijo...

totalmente de acuerdo contigo piper, sobretodo si en ese tiempo no cumplen con lo prometido
saludos