
El brillo plateado de tus sienes
se confunde con el rayo primero
de un amanecer soleado,
entre árboles gigantes.
Tus manos marcadas
por la dureza del trabajo arduo
y penoso que realizaron,
dejan entrever la grácil palma
de virgen encontrada entre ruinas.
Tu rostro, refleja mujer,
cansancio y fatiga de existir
en un mundo de guerras morales,
de palabras inútiles y vacías.
Tu mirada caída busca la NADA,
preguntando sin hallar respuesta
a las reflexiones que ocasionan
tu alto poder de intuición.

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