Día sí y día también, mi teléfono movil suena. La mayoría de las veces, estoy entretenida en "mis labores domésticas".
- Buenos días, ¿Don Papito Morcillas?, por favor.
Malo, malo, malo. La que me llama no conoce a mi marido ni por asomo, si tuviera la más mínima referencia de su persona, sabría que marcha de casa hacia las siete de la mañana y no regresa hasta las 9 de la noche, es un currante deslomado.
Suelo ser cortés, y respondo.
- Pues no, no se encuentra.
La muchacha no se corta por la contradicción, al contrario, parece que se anima, y vuelve a interrogarme.
- ¿Es usted su mujer?
¡Qué indiscreción! ¿Y si soy la amante, la vecina, la canguro del niño o la mujer de la limpieza?
- Sí, soy su esposa.- Mucho gusto, Sra. Morcillas - me dice, pero a mí no me da ningún gusto porque tengo la olla en el fuego, la lavadora centrifugando y la fregona esperándome-. Mi nombre es Sandra Potosí, y le llamo de Tres Cuartos, ¿tiene usted ADSL?
Cuando llegó a este punto de la conversación, confieso que me pierdo. Si tiene mi teléfono particular, ¿por qué no se ha informado del estado de mi línea?
Sigo siendo cortés.
- Pues sí, desde hace algunos años, tengo ADSL.- Y, ¿Con qué compañía la tiene contratada?
¡Será indiscreta! ¿Tengo que decírselo o puedo contestar un: "a UD. qué le importa"? Me puede la educación y termino confesándole el nombre de mi compañía de ADSL.
La perorata se acelera. La telefonista se anima por el dato y como una metralleta empieza a relatarme las ventajas de su Empresa y lo ventajoso que me va a resultar el cambio.
El puchero humea, aviso claro de quemado. El agua de la fregona se enfría y la ropa de la lavadora queda hecha un higo de arrugas.
Más minutos de explicación, total para que al final concluya con otro interrogante.
- ¿Está UD. Interesada?
¡Jobar, ¿Por qué no empezó por ahí?! Habría salvado mi puchero con decirle que no, que no tengo ganas de estar cuarenta días sin ADSL, que el OCU rebosa de reclamaciones hacia su empresa y que, al final, los únicos que salimos perdiendo con el cambio somos los ínter nautas.
- No, muchas gracias, ya estoy servida.- De todas formas, Sra. Morcillas, le enviaré información por escrito a su correo. Si me da su dirección...
¡Pesada, lo que es la señorita esa, es una pesada, pienso! Mi buzón rebosa de publicidad, hasta el punto que a veces pierdo las cartas importantes. ¡No quiero que me envíe nada! Ya pago ADSL, se lo he dicho, si me apetece ya miraré la Web. Sé navegar. No soy tan torpe.
- No, gracias, no estoy interesada resuelvo responderle, haciendo abuso de la educación.
Calla. Parece como si le molestase que no quiera ser cliente suyo, tal vez tenga mis motivos, porque años atrás me sintiera timada, pero prefiera guardar silencio.
- Adiós. Buenos días - me dice cortante.
Cuelgo el teléfono. Voy a ver mi puchero y..., ¡los garbanzos se han quemado! Será la última vez, me digo.
Hoy, han vuelto a llamarme. Como la estrategia de la educación y cortesía, hasta la fecha, sólo me ha servido para echar a perder mi comida, decido ser más astuta. Cuándo me pregunta si soy la Sra. Morcillas, cate, le digo:
- No, sólo soy la señora de la limpieza, pero me gustaría que me lo explicara todo para poder comentárselo a la Sra. Morcillas y, así de paso, descanso un rato de darle al plumero.
Silencio. La telefonista parece contrariada. Puede ser que se debata entre, sigo con el rollo o está mujer no me interesa. No sabe qué decirme.
- Oiga..., ¿sigue ahí? Cuénteme, cuénteme todo. ¿De dónde es usted? Por el acento parece sudamericana..., ¿le va bien por España?
No puedo ver su cara, pero me la imagino rebuscando en el Manual de la Telefonista Perfecta qué contestar a una simple mujer de la limpieza. No debe encontrarlo porque me responde.
- Sí, todo me va bien.
Pienso que ya es una de las mías. Hoy no tenía puchero y me apetecía darle a la lengua, así que, ni corta ni perezosa, le pregunto.
- ¿Le pagan bien su trabajo? Es que a mí casi no me sale a cuenta limpiar esta casa. Me canso mucho y descanso poco. Pero usted, está todo el día sentada, ¿no? ¿Sólo tiene que hablar con la gente? ¡Qué buen trabajo! A mí me encanta darle al pico. Mire, sin ir más lejos, esta mañana me he discutido con el carnicero. Quería venderme el cerdo a precio de ternera..., ¿oiga? - no responde-, ¿oiga? ¿Sigue UD. ahí?
El teléfono da la señal de fin de la conversación. Descubro que soy la misma que la atendió ayer, pero me he identificado como una simple la Maruja, no he engañado, estaba limpiando la casa en mi rol de señora de la limpieza. Está claro que a las compañías de ADSL no le interesan ni los plumeros ni las carnicerías.
Nota: Quiero aclarar que Telefónica no da a mi número de teléfono acceso al servicio "identificación de llamada". Argumenta que la centralita no es digital y, por tanto, me fastidio o cambio de número de teléfono. ¡Cómo si fuera fácil! Ya me veo llamando a las casi cien personas de mi agenda para pedirles que, por favor, corrijan mi número de teléfono, porque Telefónica no tiene fondos para cambiar la centralita.

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