Hoy he tenido reunión con el tutor de uno de mis hijos, y con el profesor de ciencias, después de escucharles, dialogar con ellos y tomar buena nota de lo que me dicen personas profesionales como ellos, que pasan la mitad del día con ellos, de vuelta a mis quehaceres cotidianos he estado reflexionando.Al nacer, nuestros hijos son como una pequeña semilla llena de futuras promesas. Podrán ser como un gran árbol frondoso, de sólidas raíces y sabrosos frutos. Pero también, pueden crecer torcidos, ser muy vulnerables a los azotes del viento y las pestes y en definitiva no dar nunca los frutos que de ellos se esperaban. Y siempre esperamos más de lo que hacen. Incluso cuando los vemos ya independientes en su casa, con su vida hecha, la cabeza bien amueblada (lo digo desde la experiencia porque tengo un hijo de 23 años ya en esta situación, del cual me siento orgullosa, por mantener sus principios, ser consecuente con lo que hace y dice, por respetar profundamente a su pareja…) siempre esperamos mas de ellos.
Con la exitosa fórmula de cariño y exigencia, los padres debemos educarlos desde el primer instante de sus vidas. Esperar a la hora de la razón es llegar, definitivamente, tarde.
Educa en vista al ser humano que quieres formar
Los padres podemos vernos atrapados por la inmediatez del diario vivir, sin haber reflexionado en torno al ser humano que queremos formar.
A mi entender una fórmula negativa es cuando en las familias se arma gran escándalo porque se rompió un jarrón, pero no cuando se desobedece o grita al profesor o cualquier persona adulta.
A mi entender la forma de enfrentarnos a temas como permisos, castigos, conversaciones, estudios… es muy distinta cuando se tiene claro el proyecto de ser humano que se quiere formar.
El ejemplo y la unidad de criterio son claves
Los padres debemos educar con intencionalidad educativa, que se concreta en darnos el tiempo necesario para conocer a cada uno de nuestros hijos, para conversar la pareja a solas y sin prisa, sobre cada uno de ellos, escuchar lo que nos dicen los maestros de ellos… De este modo es posible fijarnos objetivos a corto plazo, pequeños, concretos- y a largo plazo, que se refieren al bien ser de nuestro hijo. Sólo así los padres evitaremos reducir la acción educativa a la crianza, la nutrición y la información, omitiendo la parte más importante: hacer de nuestro hijo/a un hombre o una mujer pleno/a, maduro/a y responsable.
Educa a los hijos individualmente, no en grupo
La ley pareja, no corre en la educación de los hijos. Justicia es dar a cada uno de nuestros hijos lo que le corresponde, hay que dar a cada cual diferentes tiempos, reglas, tratos, según sus necesidades, carácter, sexo, edad, ubicación dentro de la familia, etcétera.
Sólo así se buscará el bien de cada uno, ayudándole en su proceso personalísimo de mejora, de modo que luche por superar sus debilidades y reforzar sus características positivas.
Sea por comodidad, educar a todos como un todo, o por un errado concepto de justicia, trato igualitario, se caen en serias injusticias que en nada apuntan a ese ser mejor que todo padre desea y busca para sí y para cada uno de nuestros hijos.
Hay que conocer profundamente a cada uno de nuestros hijos. Eso requiere tiempo y reflexión.
Analizar con tu pareja, maestros… cómo ayudar concretamente a cada hijo. La percepción de ambos padres es diferente, por lo que una reflexión conjunta, después de la individual nos resguarda de caer en ciertos favoritismos o sobreprotecciones.
Actuar con delicadeza y prudencia para que ese trato no igualitario, pero lo más equitativo posible, no sea fuente de celos.
Explicar con cuidado por no marcar las diferencias, a los hijos tenemos que darles razones, pues éstos captan rápidamente las diferencias, pero no ven el por qué de éstas, con la profundidad que lo vemos los padres y sus maestros…
La conciencia moral es lo que los hace libres
Los padres no estamos educando integralmente a un hijo si sólo nos ocupamos de su aspecto cognitivo, emocional, afectivo, sexual… La conciencia moral es la que dirige hacia el bien todas aquellas áreas. Porque con la moral ilumina a la inteligencia y le da a conocer qué es el bien en determinado lugar y momento. Si se quiere educar en la libertad, hacer del hijo un hombre recto, hay que formar su conciencia, en libertad desde que tiene uso de razón.
Los padres somos los primeros educadores
Los padres somos los primeros educadores de nuestros hijos y también sus principales abogados. Esto en miras al deber de defender sus derechos.
El mayor beneficiado por la unidad entre el colegio y la familia es nuestro hijo. Esto no significa que, en casos puntuales, los padres no debamos hacer valer sus derechos como padres o defender al hijo en determinadas circunstancias. Hoy no se ha dado el caso.
Educa para el mundo real
Padres que viven lamentándose del mundo de hoy, todo está podrido, el futuro es negro, y añorando tiempos pasados. Padres que para que el ambiente exterior no contamine a los hijos, los sobreprotegen.
¿Cómo preparar a nuestros hijos para ser parte activa de este mundo y, así, mejorarlo?
-Con una sólida formación intelectual que le permita pensar por sí mismo y tener criterio propio para ir contra corriente. A los hijos les enseñamos a pensar, discutir y defender ideas hablando de todo con ellos, con buenas lecturas, jugando…Con un concepto verdadero de tolerancia. Hay que enseñar a querer y respetar a las personas. A buscar lo que une y no lo que desune, pero teniendo claro que el mal no puede ser tolerado por una malentendida tolerancia.
El amor es inteligente cuando conoce y pone límites
Nuestros principios:
Todo permiso lleva asociada una carga educativa, pues emite señales que los hijos captan.
Los permisos son opinables, pero no son neutrales.
Existe un conjunto de reglas que se han explicado a los hijos, antes de que éstos eleven pliegos de peticiones.
Hay reglas que permiten concesiones porque se relacionan a principios secundarios o menos importantes.
El permiso solicitado debe suponer un beneficio para el hijo que lo pide o al menos que no sea dañino.
Cada hijo es diferente.
Los padres y profesores tenemos derecho a unos minutos tranquilos para decidir un permiso.
La concesión de permisos no puede convertirse en una batalla campal.
Los padres y educadores debemos ser coherentes y consecuentes.
Confía siempre en ellos y en su capacidad de reacción
En lugar de catalogarlo como un flojo perdido, un irresponsable rematado, un egoísta sin vuelta… demostrémosles que nuestro cariño y amistad es a prueba de adolescentes. Un hijo al que se le ponen etiquetas negativas llega a pensar que no tiene futuro; el que siente que ya no se confía en él le hace perder toda la seguridad en sí mismo.
Debemos exigir en pocas cosas, pero si en las importantes. No demos peleas inútiles y haremos del hogar un lugar seguro, con el que cuente en medio del temporal. Paciencia, paciencia y paciencia. Busca y reconoce en él las cualidades que tiene.
Hay que enseñar a los hijos que el fin de esta vida no es pasar por ella “lo mejor posible”. Los grandes valores e ideales se respiran principalmente en el hogar, tambien en el colegio y en la vida, se inculcan dando ejemplo.
No rebajes los ideales de tu hijo, aunque sean diferentes al tuyo.
Hay que huir del cinismo existencial que se traduce en posturas como:
Sería maravilloso que todos fueran felices… pero en la práctica es imposible.
Los tiempos han cambiado… prefiero que mis hijos se cuiden, pero que no me traigan sorpresas.
No tengas muchos hijos… la vida es muy dura.
Sé práctico: al escoger tu profesión piensa que tienes que vivir de ella.
¿Los pobres? No te preocupes, siempre van a existir.
Si los padres suspiramos añorando tiempos pasados, si todo el presente es un desastre y el futuro se ve negro como la noche oscura, nuestro hijo crecerá lleno de temores y será incapaz de emprender pequeñas o grandes iniciativas en favor de otros. Sé optimista y muéstrale cómo con esfuerzo se logran grandes cosas.
En nuestros hijos debe quedar grabada una idea clave: que hay mucho que hacer y se puede hacer mucho. Para que tu hijo pueda mirar alto y ser capaz de decir con convicción: “Yo puedo hacer algo. Mi contribución ¡vale!
Después de estas reflexiones, se que no nos ha pillado por sorpresa lo que hemos hablado de mi hijo, el tutor, el profesor de ciencias y yo, puesto que lo conocemos.
Hoy esta de excursión, cuando venga vendrá cansado pero con ganas de contarnos todo lo que ha hecho o visto y le escucharemos mientras cenamos, después se ira a su cuarto, su espacio personal, preparara lo de mañana y a dormir.

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